martes, 5 de agosto de 2014

COMUNIDAD

No me refiero a la valiente comunidad del anillo ni a la cobarde comunidad internacional que consiente la masacre en Gaza, hablo de la comunidad que formamos todos en nuestra casa con los vecinos y en los espacios que compartimos, en común, y son de todos: playas, calles, parques, autobuses... aunque según lo escribo pienso que ese espacio común es más de unos que de otros, como pasa con Hacienda, se empeñan en decir que somos todos cuando ya sabemos como reparten el pastel.
Ahora que han llegado las hordas de veraneantes se ve más claro aún como unos arrasan con lo que se supone es para todos, el resto aguantamos en silencio mientras vemos como montan sus campamentos en la playa y luego en el paseo, sillas, sombrillas, neveras, bultos; hablan entre ellos a gritos como si tuvieran serios problemas de audición, entran mojados y en bañador en las tiendas, dejan las bolsas de basura al lado del contenedor porque echarlas dentro es un enorme esfuerzo...
Por la pasarela de madera en la playa va delante de mi un hombre hemiplégico con bastón, en sentido contrario viene una mujer con su hijo de unos cinco años, al llegar a la altura del hombre el niño le da un empujón, no se cae porque alguien le sujeta mientras la madre le dice al niño: cariño ¿estás bien?. Ni mira al hombre y mucho menos se disculpa.
Más tarde vuelvo a casa después de pasear a la perra, en la puerta hay dos chicos jóvenes que me miran empujar la pesada puerta cual ariete mientras sujeto la muleta y a la perrita, entran detrás de mi mientras yo mantengo abierta la puerta, me miran y les digo hola, no me contestan, vale. Pasan delante, yo pego un patinazo porque han llenado de arena el suelo, no me caigo pero se me cae la muleta, me vuelven a mirar mientras recojo la dichosa muleta, llegan al ascensor y sin esperarme suben, adiós. 

Cojo el autobús y solo hay dos asientos libres de los cuatro que van enfrentados pero no puedo sentarme porque hay dos jovencitas con sus maletas delante: ¿podéis quitar las maletas por favor? necesito sentarme. - ¿Y dónde las ponemos? me contestan con remango. - Ahí en el centro. Una señora mayor dice desde el otro lado - Esos asientos son para ella. Me miran enfadas - Bueno, pero sin acritud, eh?. Se ponen en la puerta de salida y en medio del pasillo. La gente irá casi hasta el final sorteándolas. No entiendo que no se echen a un ladito para no molestar, pero claro, no les importa.

Pienso que me estoy haciendo vieja y por eso me molestan estas cosas pero en el fondo sé que no es cuestión de edad, me molestan los que no miran al otro, los que se creen que el mundo es suyo, los que no tienen respeto o cortesía o educación o... 

Ayer fui a la revisión de mi nueva rodilla, estoy bien pero espero estar mejor. Le pregunto todas mis dudas a mi querida doctora ¡cómo no quererla si me ha quitado el dolor y tengo la pierna tan derechita! y me dice que sí, que soltaré pronto la muleta y cuando le digo que sin ella camino como el carcamal de Fraga y no tengo equilibrio, me cuenta que las rodillas son nuestro equilibrio, que mi cuerpo sabe (qué sabio es el cuerpo y qué poco lo escuchamos) que esa no es mi rodilla y que tengo que aprender a caminar, que me ponga delante de un espejo, que practique y que siga con la rehabilitación. Todo va bien y me voy tranquila pensando que siempre seguimos aprendiendo, de la vida casi por fuerza y lo demás porque nos gusta y nos interesa: experiencia y estudio.
Muchos palos tendrá que dar la vida a todos los que no saben convivir con los demás porque interés en aprender ya se ve que no tienen. 


Solo. Acrílico sobre lienzo.

No me deja dormir el ruido que hacen los estrangulados con sus canciones de amor y las risas de los locos que corean que no quieren dejarme dormir.